Jacques Lacan, el padre del psicoanálisis francés, decía que uno no se cura hasta que no asume la castración. Si prescindimos de la jerga psicoanalítica, lo que pretende decir es que alguien no puede ser feliz si no asume su limitación, su incompletud. Todos estamos limitados y cada uno ha de asumir su propia limitación. Ni todo lo puedo, ni puedo tenerlo todo. El deseo es señal de una carencia, de un vacío. Cuando lo satisfacemos, la dicha nos dura muy poco y enseguida surge de nuevo otro deseo. Todo deseo satisfecho crea deseos nuevos. Somos como pozos sin fondo, que sólo por momentos parecen llenarse y rebozar, pero su estar lleno es muy efímero y enseguida vuelve la falta, la oquedad. Y no se trata de seguir inútilmente rellenando lo irrellenable sino de renunciar al lleno, de aceptar la incompletud.
Es también, por último y sobre todo, el vaso medio vacío o medio lleno del saber popular. La plenitud no está tanto en lograr lo que anhelas, sino en valorar lo que tienes.
Es también, por último y sobre todo, el vaso medio vacío o medio lleno del saber popular. La plenitud no está tanto en lograr lo que anhelas, sino en valorar lo que tienes.